No comparto la reflexión de teñir de mediocridad a los
ciudadanos españoles como producto de
una cultura extendida en nuestra sociedad. No comparto esta reflexión en el
sentido de que extiende al universo de los españoles algo que está ocurriendo
en lo contemporáneo en muchas culturas occidentales, producto de una democracia
entendida desde el populismo, y una condición acomodaticia que fomentan las
clases políticas nacionales e internacionales. El fracaso de la
Socialdemocracia europea, que tantas ventajas aportó al bienestar de las
naciones, no ha sido sustituido por nada en el arco político, y la
desorientación es infinita. Pero no por eso los españoles en general somos como
intenta ese escrito indicar. Me niego a admitirlo, e incluso me parece insultante,
pues entre la gente que yo conozco, españoles de a pie, españoles valencianos,
castellanos, vascos y catalanes, hay mediocres y personas sobresalientes, hay
estúpidos y personas extremadamente cultas e interesantes. De la misma manera que entre nuestros amigos
europeos: hay de todo, como en botica. No hace falta más que darse una vuelta
por allí y mirar sin complejos la compleja realidad de tantos y tantos países.
El derrotismo no va a ningún lado y menos ahora. Lo que
quizás si que hace falta es un despertar y no digo una toma de la nueva
Bastilla, pero al menos un paseo por allí, eliminar estructuras obsoletas,
hacer dimitir y meter en la cárcel a los ladrones de guante blanco, sean con
corona, con mitra, con talonarios o con carnets de partidos o sindicatos que
han callado lo que no debían callar; pero ante todo nada de discursos
negativos, más bien al contrario, discurso ilusionantes, llenos de vitalidad y
de esperanza, de futuro en una gente válida y en muchísimos casos, muy bien
preparada.
Foto: gentileza de la Associació de Veïns de l´Olla